enero 17, 2011

Un adagio de Mozart

Llegué del almacén, guardé lo comprado y crucé el patio con bastante lentitud, me tiré de espaldas a la pared, me dejé caer hasta quedar sentada en el piso y con bastante parsimonia trataba de encontrar la lapicera entre tantos papeles, un par de caramelos y un libro de Cortázar, saqué mi anotador y encendí un cigarrillo.
Mi casa estaba completamente vacía, la ropa mojada a causa de la llovizna proveniente del exterior y tenía algo de frío y entonces, te imagine con la mirada, sin contar que cada vez que pienso en vos (diariamente), se me eriza la piel, un escalofrió recorre todo mi cuerpo y una tonta sonrisa se me dibuja en la cara.
Me da bronca pensar en vos, porque no puedo hacer otra cosa durante el día. Te odio, te odio porque cada vez me generas más ilusiones. Un día me dijiste que deje de pensar en los demás y que haga lo que a mí me hace feliz. Algo completamente imposible (lo imposible solo tarda un poco más). Pero por mucho que te odie no puedo deshacer mi mente de vos.

Me encanta cuando sé que vas a venir y me preparo, me visto con ropa de vestir y me pongo bastante maquillaje y zapatos, aunque después termine con ropa holgada, cara lavada y un par de alpargatas, y cuando suena el timbre, viene la sonrisa idiota y salgo nerviosa a abrir la puerta, y te veo a vos, y digo con un nudo en la garganta un torpe “Hola” y me abrazas, y te abrazo. Y entre tanta gente nada más te veo a vos y venís decidido a hablarme.

Me encanta la frescura de tu sonrisa, tu pelo castaño, tu piel, las caricias, los besos en el cuello y cuando me miras, y te miro, y sonreís, y sonrio, y me acercas tu cara hasta que tu nariz choca con la mía y con una de tus manos me agarras el mentón y mis brazos te rodean y me decís "te amo" y puedo escuchar un adagio de Mozart o puedo sentir ese aroma a pasto y sol que tanto me gusta y el alrededor no importa y el tiempo se detiene para poder hacer de ese momento “el momento”.

Me encanta cuando te vas, y me dejas con toda la tristeza y las ansias de volverte a ver, dejando tu olor en mi ropa. Cuando no pasan más que unas horas y te extraño, y espero a que nos veamos otra vez. Y te espero, aunque no me guste esperarte, y te extraño, aunque no me guste extrañarte. Y que cada vez que lo hago vengan a mi mente tu cara y los recuerdos de aquella noche en que en un segundo, me hiciste tan feliz.

Y creo que te amo, como se aman ciertas cosas, te amo sin saber ni cómo ni cuándo ni dónde, sabiendo que esto acarrea varios problemas. Y también tengo algo de miedo, porque sos la última persona de la que me quiero enamorar.
Desearía que no me hables, aunque te odiaría, pero por lo menos no me voy a generar tantas ilusiones. Porque en la vida real, es necesario perder la ilusión y recibir una bofetada de la desilusión para aferrarse con las dos manos a la realidad.

El cigarrillo se consumió completamente, suena el timbre, me pongo de pie, vuelve la mueca idiota y salgo nerviosa a abrir la puerta y… apareces vos, con una sonrisa, un beso y unos cuantos mimos.

1 comentario:

  1. Esta historia fue una de mis favoritas, la facilidad con la que expresás los sentimientos de ella es re envidiable, ojalá yo pudiera escribir así.
    Esas metáforas tuyas me encantan, y los pensamientos contradictorios son identificatorios para varias personas, me incluyo. Me gustó muchísimo el final, y amé la narración tan perfecta que tenés (L

    ResponderEliminar